Como
bien es sabido la moral de una sociedad viene determinada por las costumbres
que en ella se replican, a partir de la ética de cada uno de los individuos;
éstas costumbres conforman la cultura que impera y que incluye la dieta de cada
pueblo, tal es el caso de la prevalencia de los tamales dentro de los platillos
tradicionales por excelencia y comunes en la cotidianeidad, dentro de nuestra
cultura.
La
idiosincrasia de un pueblo encuentra su origen en su pasado y arraiga el
sentido de identidad determinando con este su organización política y social.
En México el origen prehispánico de los tamales está claramente documentado por los
principales historiadores del siglo XVI, particularmente por fray Bernardino de
Sahagún. Muchos de los tamales se vinculaban a ritos funerarios, costumbre que
subsiste hasta la fecha, en el Día de Muertos.donde los tamales constituyen uno de los elementos
principales en las ofrendas, imprimiendo una particular carga de nacionalismo a
nuestras tradiciones.
El consumo de los tamales cubre de hecho a todo el territorio nacional y sus diferentes estilos y presentaciones son numerosísimos, se puede clasificar de muy diferentes maneras, según el ángulo desde el que se analice. Si se toma como referencia el tipo de hoja que envuelve al tamal, a grosso modo se les puede dividir en dos: los de hoja de plátano, que corresponden a las zonas costeras y tropicales, y los envueltos en hojas de la mazorca del maíz, que están generalizados en todo el territorio nacional; en náhuatl, tales hojas se llaman totomochtli.
Los tamales son considerados como un alimento
básico de nuestra dieta, nuestra economía y nuestra cultura. hecho que nos
obliga a fomentar valores sociales y culturales que determinarán nuestra forma
de convivencia, recordemos el día 2 de la Candelaria, por ejemplo; o su
presencia en las fiestas del 15 de septiembre, para festejar nuestra
independencia.
Nos preguntamos el porqué de su presencia en
nuestro lenguaje “me hizo de chivo los tamales”, en nuestras fiestas y en
nuestra dieta; simplemente porque determina nuestra identidad. Eso le imprime
un carácter nacionalista que trasciende nuestros valores y, por consiguiente, nuestro
comportamiento valorando nuestro pasado y perfila nuestro futuro, de manera
consecuente.
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